“Terremoto en Miami” – “Erdbeben in Miami”
La mera existencia de las nuevas formas productivas cubanas y su interacción con contrapartes estadounidenses son un contrasentido para los creyentes en el Armageddon.
El pasado 17 de marzo sucedieron hechos extraordinarios en Cuba, que nuevamente contaron con una cobertura en las redes sociales y algunos medios de prensa extranjeros de manera desproporcionada, para el tipo de desastres que vivimos en el mundo de hoy. Son “extraordinarios en Cuba” porque este no ha sido un país donde las fuerzas del orden se pasean con armas largas por la calle, no se ven carros blindados para enfrentar manifestaciones con fuertes chorros de agua, ni hay casos de pérdidas de ojos por el uso de balas de goma. Son “extraordinarios en Cuba” porque, salvo contadas excepciones, las autoridades han sido capaces de interpretar el sentir popular a través de mecanismos formales y se han buscado soluciones a problemas perentorios sin actos en la vía pública.
Ese día y los posteriores una diversidad de dirigentes cubanos, a todos los niveles, reconocieron la ocurrencia de los hechos y entablaron un diálogo con las personas que manifestaron su malestar de forma explícita. Ni los bots, ni la inteligencia artificial pudieron crear reportes de golpes, detenciones, o heridos. Los que se manifestaron entonces sintetizaron con pocas palabras las causas de su movilización: “corriente y comida”.
Sin embargo, para los que vivimos estos hechos desde Cuba daba la impresión de que se producía un tsunami digital, con altas olas desde el exterior, que no estaba provocado por un movimiento social telúrico interno que lo justificara. Vale aclarar que se comprende (y se experimenta) a plenitud la irritación provocada por largas horas de apagones, escasez de alimentos y otros pesares diarios que vivimos los cubanos por estos días. A ello se agrega que el derecho a manifestarse pacíficamente está reconocido en la Constitución aprobada en el 2019, por la que votamos la mayoría.
Pero el tema está en que cuando te asomabas a las redes en esas horas se reiteraba periódicamente la palabra “colapso”, del régimen o del país, según el gusto semántico del autor y se hablaba de hechos similares en una multiplicidad de lugares de la geografía cubana. La inocurrencia de estos provocó la burla de quienes desde sus teléfonos escribieron con objetividad “estoy en el malecón habanero y no veo nada”, “por este parque no ha pasado nadie con carteles”, y comentarios similares.
Entonces, en qué radicaba la desproporción causa-efecto, por qué no había un balance entre la acción física y la reacción digital.
Aquellos que tienen edad y conocimiento para interpretar el caos digital pudieron calcular en pocas horas de dónde procedían la mayor cantidad de mensajes apocalípticos y la reiteración de los mismos. ¿Por qué aquellas personas radicadas en el sur de la Florida, o en alguna ex metrópoli europea, sentían los apagones con más intensidad que los ciudadanos radicados en la carretera del Morro en Santiago, o en Bayamo?
Las razones por estos días parecen ser cada vez más evidentes: sus mensajes para aumentar la magnitud de lo sucedido al interior de Cuba y, sobre todo la negatividad del escenario futuro, parecen estar más dirigidos al público estadounidense que a crear una reacción en cadena dentro de Cuba. Baste echar una mirada a los sucesos inmediatamente anteriores y a los inmediatamente posteriores a los acontecimientos mencionados.
En los dos últimos años, en medio de la combinación de la sobrevivencia a la COVID19, el aumento de la deuda estatal, la intención de ordenar que trajo nuevos desórdenes, el aumento de la inflación, la falta de combustibles y lubricantes, y por tanto de alimentos, surgió un nuevo actor económico en el modelo cubano, que ya ha tenido sus expresiones sociales diversas.
La aprobación por el gobierno cubano de miles de pequeñas y medianas empresas, que se agregaron a otros actores no estatales ya existentes, han significado entre otras cuestiones, nuevas fuentes de empleos, salarios diferenciados, estilos de vida, solución de problemas específicos, importaciones de productos deficitarios y mucho más. Donde no ha habido control, creció la corrupción y la ilegalidad.
Una buena parte del financiamiento que permitió el surgimiento y activismo de dichos entes provino del exterior. Familiares, amigos, compañeros de estudios y otros interesados dejaron de enviar remesas a Cuba para el simple consumo. Comenzó entonces la inversión de distintos montos de moneda libremente convertible en pequeños negocios, que tenían un alto nivel de riesgo, pero que al final sobrevivieron entre la incertidumbre exterior y la interna. La mayor parte de ese financiamiento, de bolsillo, no bancario, ha provenido del Sur de la Florida y, específicamente de Miami.
Ni conciertos, ni alaridos, ni fusilamientos digitales han impedido que una cantidad cada vez más creciente de cubanos residentes en dichas áreas se repatrien, según la denominación técnico-consular, adquieran propiedades en Cuba, contraten fuerza de trabajo y extraigan ganancias. En otros casos, el reto del emprendimiento ha sido asumido solo por quien nunca abandonó la Isla, aunque el capital inicial haya provenido desde el exterior.
Este hecho tiene multiplicidad de maneras concretas de identificarse en las fachadas de establecimientos cubanos, sitios web, redes de Whatsapp. Es aún muy desigual a lo largo de los municipios, pero son cientos la historias de éxito (y podrían ser muchas más) que confirman, y no niegan, que las llamadas Mipymes llegaron para quedarse.
Algunos contribuyen en programas sociales en sus comunidades, otros apuestan por la estabilidad social y que no se ponga en riesgo físico la seguridad de su propia inversión, se interesan además por la imagen que damos de conjunto ante visitantes foráneos.
Y este proceso, quizás inesperado para algunos, rechazado por otros y aún no valorado en toda su magnitud interna y externa, ha planteado dentro del Miami político que habla spanglish una afirmación inaudita: usted puede ir a Cuba invertir dinero y tener ganancias. No ha habido mensaje más estremecedor en los últimos 65 años. Ni las campañas de solidaridad, que mucho se agradecen y son al riesgo de la vida, ni el “acercamiento de Obama”, ni los millones de pasajeros moviéndose en cruceros o en aeronaves, han creado una mayor sensación de falta de gravedad entre los herederos del negocio de la contrarrevolución.
Esos individuos están constantemente planteando en el Congreso estadounidense en los últimos meses que las nuevas formas productivas cubanas son una tomadura de pelo, que todos los nuevos negocios están en manos de “personeros del régimen”, que es un socialismo disfrazado.
Llegaron a organizarle un programa miamense a un grupo de empresarios cubanos con la participación de ex terroristas y pone bombas locales, con el propósito de que a su regreso a Cuba estos jóvenes recibieran algún tipo de rechazo oficial o popular. Nada sucedió.
Los políticos estadounidenses que piensan en inglés británico han llegado a la conclusión de que tal es el fracaso de las fórmulas socialistas en Cuba, que finalmente el gobierno ha recurrido a experimentos capitalistas. Un por ciento piensa que es el momento de invertir masivamente en estos emprendimientos, mientras que el resto prefiere esperar a un supuesto escenario futuro, que se parezca más a la ocupación de Gaza por los israelitas.
Pero en días recientes los del spanglish se han anotado como victoria una pequeña cláusula que aparece en el presupuesto federal de emergencia, que se ha aprobado en el Congreso para evitar el cierre inminente del gobierno, que declara que no se utilizarían fondos federales para fomentar el crecimiento de las Mipymes en Cuba. Sólo un desconocedor del tema puede calificar este resultado de trascendente, cuando se sabe que en este ejercicio más de la mitad de los que dan su voto apenas conocen el contenido del texto aprobado.
En momentos en que el continuismo de Biden y otros males han reducido la atención directa a los temas cubanos desde los centros de investigación, cuando la polarización interna estadounidense ha atraído las energías de líderes elegidos que antes dedicaban tiempo a construir un tipo de relación distinta con la Isla, la mera existencia de las nuevas formas productivas cubanas y su interacción con contrapartes estadounidenses son un contrasentido para los creyentes en el Armageddon.
Estos han sido los días en que ha viajado a Cuba una delegación de comisionados de agricultura de doce estados de la Unión, agrupados bajo la Asociación Nacional de Secretarios Estaduales de Agricultura (NASDA), para conocer las experiencias y necesidades de los productores cubanos. La mayoría de esos comisionados son de militancia republicana y un alto por ciento de su base social ha votado por Donald Trump. Estos son los días en que el Secretario de Agricultura estadounidense, Tom Vilsack, el funcionario que durante más años ha detentado esa responsabilidad en la historia reciente, ha dicho sin ambages en una audiencia congresional que tiene sentido el comercio agrícola con Cuba y apoyar a los productores privados en esa nación.
Entonces, si ponderamos los hechos “excepcionales” sucedidos en Cuba en el contexto que corresponden, saltan a la vista muchas otras realidades que van más allá de los bytes iniciales de los algoritmos, se comprende mejor a qué públicos están dirigidos y se puede imaginar qué estarán preparando para el futuro.
Desde el lado cubano se ha reiterado la propuesta de levantar el bloqueo por un tiempo definido para poder aquilatar qué sería capaz de lograr Cuba, portadora de ese atributo especial que ahora se llama resiliencia. Hasta un pasado muy reciente los políticos de la Calle 8 veían los probables efectos de este hipotético ejercicio solo al interior del malecón habanero. Ahora están conscientes de que los mecánicos privados cubanos, en posesión de las herramientas adecuadas, pueden arreglar el vehículo que aún no ha producido la General Motors.
Como dice la sabiduría popular cubana, “la jugada está cantada”, se trata de evitar el terremoto propio con un tsunami ajeno.
„Erdbeben in Miami“
Die kubanische Seite hat den Vorschlag bekräftigt, die Blockade für einen bestimmten Zeitraum aufzuheben, um beurteilen zu können, was Kuba zu leisten imstande wäre.
Die bloße Existenz der neuen kubanischen Produktionsformen und ihre Interaktion mit den US-amerikanischen Partnern ist ein Widerspruch in sich für die Gläubigen des Weltuntergangs.
Am 17. März ereigneten sich in Kuba außergewöhnliche Ereignisse, über die in den sozialen Netzwerken und in einigen ausländischen Medien wieder einmal unverhältnismäßig viel berichtet wurde, was die Art von Katastrophen betrifft, die wir in der heutigen Welt erleben. Sie sind „außergewöhnlich in Kuba“, weil es sich nicht um ein Land handelt, in dem die Ordnungskräfte mit langen Gewehren auf den Straßen herumlaufen, in dem es keine gepanzerten Fahrzeuge gibt, die mit starken Wasserstrahlen gegen Demonstrationen vorgehen, und in dem es auch keine Fälle gibt, in denen Menschen durch den Einsatz von Gummigeschossen ihre Augen verlieren. Sie sind „außergewöhnlich in Kuba“, weil die Behörden mit wenigen Ausnahmen in der Lage waren, die Stimmung des Volkes durch formale Mechanismen zu interpretieren, und Lösungen für dringende Probleme ohne Aktionen auf der Straße gesucht wurden.
An diesem Tag und an den folgenden Tagen haben verschiedene kubanische Führer auf allen Ebenen die Ereignisse anerkannt und einen Dialog mit den Menschen aufgenommen, die ihr Unbehagen ausdrücklich zum Ausdruck brachten. Weder Bots noch künstliche Intelligenz konnten Berichte über Schlägereien, Verhaftungen oder Verletzungen erstellen. Diejenigen, die damals demonstrierten, fassten die Gründe für ihre Mobilisierung in wenigen Worten zusammen: „Strom und Lebensmittel“.
Für diejenigen von uns, die diese Ereignisse von Kuba aus miterlebten, entstand jedoch der Eindruck, dass sich ein digitaler Tsunami mit hohen Wellen von außen ereignete, der nicht durch eine interne tellurische soziale Bewegung ausgelöst wurde, die ihn rechtfertigen könnte. Es muss klargestellt werden, dass die Verärgerung über die stundenlangen Stromausfälle, die Lebensmittelknappheit und andere alltägliche Nöte, die die Kubaner in diesen Tagen erleben, voll und ganz verstanden (und erlebt) wird. Hinzu kommt, dass das Recht, friedlich zu demonstrieren, in der 2019 verabschiedeten Verfassung anerkannt ist, für die die Mehrheit von uns gestimmt hat.
Aber das Problem ist, dass, wenn man sich in diesen Stunden die Netzwerke ansah, das Wort „Zusammenbruch“ regelmäßig wiederholt wurde, entweder des Regimes oder des Landes, je nach semantischem Geschmack des Autors, und ähnliche Ereignisse wurden an einer Vielzahl von Orten in Kuba erwähnt. Die Unschuld der letzteren rief den Spott derjenigen hervor, die von ihren Telefonen aus mit Objektivität schrieben: „Ich bin an der Strandpromenade von Havanna und sehe nichts“, „niemand ist mit Plakaten durch diesen Park gegangen“ und ähnliche Kommentare.
Worin bestand also das Missverhältnis zwischen Ursache und Wirkung, warum gab es kein Gleichgewicht zwischen der physischen Aktion und der digitalen Reaktion?
Diejenigen, die das Alter und das Wissen hatten, das digitale Chaos zu deuten, konnten innerhalb weniger Stunden ausrechnen, woher die meisten apokalyptischen Botschaften und ihre Wiederholung kamen. Warum spürten die Menschen in Südflorida oder in einer ehemaligen europäischen Metropole die Stromausfälle intensiver als die Bürger an der Morro-Straße in Santiago oder in Bayamo?
Die Gründe scheinen in diesen Tagen immer offensichtlicher zu werden: Ihre Botschaften, die das Ausmaß der Geschehnisse in Kuba und vor allem die Negativität des Zukunftsszenarios verdeutlichen sollen, scheinen eher auf die US-amerikanische Öffentlichkeit abzuzielen als eine Kettenreaktion in Kuba auszulösen. Es genügt, einen Blick auf die Ereignisse unmittelbar vor und unmittelbar nach den oben genannten Ereignissen zu werfen.
In den letzten zwei Jahren, inmitten der Kombination aus dem Überleben von COVID19, der Zunahme der Staatsverschuldung, der Ordnungsabsicht, die neue Unruhen mit sich brachte, dem Anstieg der Inflation, dem Mangel an Treib- und Schmierstoffen und somit an Lebensmitteln, entstand ein neuer wirtschaftlicher Akteur im kubanischen Modell, der bereits seine vielfältigen sozialen Ausdrucksformen hatte.
Die Zulassung tausender kleiner und mittlerer Unternehmen durch die kubanische Regierung hat neben anderen bestehenden nichtstaatlichen Akteuren unter anderem neue Beschäftigungsmöglichkeiten, differenzierte Löhne, Lebensstile, Lösungen für spezifische Probleme, Importe defizitärer Produkte und vieles mehr mit sich gebracht. Wo es keine Kontrolle gab, haben Korruption und Illegalität zugenommen.
Ein Großteil der Finanzmittel, die das Entstehen und den Aktivismus solcher Organisationen ermöglichten, kam aus dem Ausland. Verwandte, Freunde, Kommilitonen und andere Interessierte schickten keine Überweisungen mehr für den einfachen Konsum nach Kuba. Sie begannen, verschiedene Beträge in frei konvertierbarer Währung in kleine Unternehmen zu investieren, die mit einem hohen Risiko behaftet waren, aber letztlich inmitten externer und interner Unsicherheit überlebten. Der größte Teil dieser bankenunabhängigen Finanzierung kam aus Südflorida, insbesondere aus Miami.
Weder Konzerte, noch Geschrei, noch digitale Schießereien haben eine ständig wachsende Zahl von Kubanern, die in diesen Gebieten leben, davon abgehalten, nach der technisch-konsularischen Bezeichnung zu repatriieren, Eigentum in Kuba zu erwerben, Arbeitskräfte einzustellen und Gewinne zu erzielen. In anderen Fällen wurde die Herausforderung des Unternehmertums allein von denjenigen angenommen, die die Insel nie verlassen haben, selbst wenn das Anfangskapital aus dem Ausland kam.
Diese Tatsache lässt sich auf vielfältige Weise konkret an den Fassaden kubanischer Unternehmen, auf Websites und in Whatsapp-Netzwerken erkennen. Die Entwicklung ist in den Gemeinden noch sehr uneinheitlich, aber es gibt Hunderte von Erfolgsgeschichten (und es könnten noch viel mehr sein), die bestätigen und nicht leugnen, dass die so genannten KKMU hier sind, um zu bleiben.
Einige tragen zu Sozialprogrammen in ihren Gemeinden bei, andere engagieren sich für soziale Stabilität und dafür, dass die Sicherheit ihrer eigenen Investitionen nicht gefährdet wird, und sie sind auch an dem Bild interessiert, das wir als Ganzes ausländischen Besuchern vermitteln.
Und dieser Prozess, der für einige vielleicht unerwartet kam, von anderen abgelehnt wurde und intern und extern noch nicht in vollem Umfang gewürdigt wird, hat im spanischsprachigen politischen Miami eine noch nie gehörte Aussage hervorgebracht: Man kann nach Kuba gehen, um Geld zu investieren und Gewinn zu machen. Eine schockierendere Botschaft hat es in den letzten 65 Jahren nicht gegeben. Weder die vielbeachteten und lebensgefährlichen Solidaritätskampagnen, noch die „Obama-Annäherung“, noch die Millionen von Passagieren, die auf Kreuzfahrtschiffen oder in Flugzeugen unterwegs sind, haben bei den Erben des Geschäfts der Konterrevolution ein größeres Gefühl der Schwerelosigkeit hervorgerufen.
Diese Personen haben in den letzten Monaten im US-Kongress ständig behauptet, dass die neuen Produktionsformen in Kuba ein Witz seien, dass alle neuen Unternehmen in den Händen von „Regime-Insidern“ seien, dass es sich um einen verkappten Sozialismus handele.
Sie gingen sogar so weit, ein Miami-Programm für eine Gruppe kubanischer Geschäftsleute zu organisieren, an dem ehemalige Terroristen und örtliche Bombenleger teilnahmen, mit dem Ziel, dass diese jungen Leute bei ihrer Rückkehr nach Kuba eine Art offizielle oder populäre Ablehnung erfahren würden. Nichts ist geschehen.
Amerikanische Politiker, die in britischem Englisch denken, sind zu dem Schluss gekommen, dass die sozialistischen Formeln in Kuba so gescheitert sind, dass die Regierung schließlich zu kapitalistischen Experimenten gegriffen hat. Ein Prozent meint, es sei an der Zeit, massiv in solche Unternehmungen zu investieren, während der Rest es vorzieht, auf ein vermeintliches Zukunftsszenario zu warten, das eher an die israelische Besetzung des Gazastreifens erinnert.
Aber in den letzten Tagen haben die Spanglish einen Sieg errungen, und zwar mit einer kleinen Klausel im Notbundeshaushalt, der im Kongress verabschiedet wurde, um einen drohenden Regierungsstillstand zu vermeiden, die besagt, dass keine Bundesmittel zur Förderung des Wachstums von KKMU in Kuba verwendet würden. Nur jemand, der mit der Materie nicht vertraut ist, könnte dieses Ergebnis als transzendental bezeichnen, wenn man weiß, dass mehr als die Hälfte derjenigen, die ihre Stimme abgegeben haben, kaum den Inhalt des angenommenen Textes kennen.
In einer Zeit, in der Bidens Kontinuität und andere Unzulänglichkeiten die direkte Aufmerksamkeit für kubanische Themen in Denkfabriken verringert haben, in der die innenpolitische Polarisierung in den USA die Energien gewählter Führungspersönlichkeiten in Anspruch genommen hat, die zuvor Zeit damit verbracht haben, eine andere Art von Beziehung zu der Insel aufzubauen, ist die bloße Existenz der neuen produktiven Formen Kubas und ihre Interaktion mit den US-amerikanischen Gesprächspartnern ein Widerspruch in sich für die Gläubigen an das Armageddon.
In diesen Tagen reiste eine Delegation von Landwirtschaftsbeauftragten aus zwölf US-Bundesstaaten, die in der National Association of State Secretaries of Agriculture (NASDA) zusammengeschlossen sind, nach Kuba, um sich über die Erfahrungen und Bedürfnisse der kubanischen Erzeuger zu informieren. Die meisten dieser Kommissare sind Republikaner und ein hoher Prozentsatz ihrer Basis hat für Donald Trump gestimmt. Dies sind die Tage, an denen US-Landwirtschaftsminister Tom Vilsack, der dienstälteste Landwirtschaftsbeamte der jüngeren Geschichte, bei einer Kongressanhörung unverblümt erklärte, dass es sinnvoll sei, mit Kuba Agrarhandel zu treiben und die dortigen privaten Erzeuger zu unterstützen.
Wenn wir also die „außergewöhnlichen“ Ereignisse in Kuba in ihrem richtigen Kontext betrachten, kommen viele andere Realitäten zum Vorschein, die über die anfänglichen Algorithmen hinausgehen, wir können die Zielgruppen besser verstehen und wir können uns vorstellen, was sie für die Zukunft vorbereiten.
Von kubanischer Seite wurde der Vorschlag wiederholt, die Blockade für einen bestimmten Zeitraum aufzuheben, um beurteilen zu können, was Kuba, das Träger jener besonderen Eigenschaft ist, die heute Resilienz genannt wird, zu leisten imstande wäre. Bis vor kurzem sahen die Politiker der Calle 8 die wahrscheinlichen Auswirkungen dieser hypothetischen Übung nur an der Strandpromenade von Havanna. Jetzt wissen sie, dass private kubanische Mechaniker, die über das richtige Werkzeug verfügen, das Fahrzeug reparieren können, das General Motors noch nicht hergestellt hat.
Die kubanische Volksweisheit besagt, dass „der Umzug eine ausgemachte Sache ist“; es geht darum, das eigene Erdbeben durch den Tsunami eines anderen zu vermeiden.
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